El mito del progreso

Los grandes descubrimientos de la ciencia y los avances técnicos van creando un cierto optimismo en la razón humana. La humanidad “antigua” ha vivido anclada en tradiciones, supersticiones y autoridades arbitrarias. El progreso científico configurará una “nueva humanidad” donde se creen nuevas relaciones con la naturaleza y con los demás de manera racional. El conocimiento racional hará que vivamos mejor. El progreso garantiza de esta manera la felicidad humana.
El Iluminismo ilustrado mantiene el hedonismo (la finalidad del hombre en la vida es ser feliz) en el ámbito de la ética, así como el pragmatismo (doctrina que centra el problema de la verdad del conocimiento en la utilidad, la finalidad y la acción) y el liberalismo en el aspecto político.
¿Qué consecuencias tiene este dogma?
La ciencia no puede tener límites, pues poner límites a la ciencia es cerrarse al conocimiento y el progreso. Todo es experimentable, medible y evaluable.
Se rompe la unidad hombre-naturaleza. No se trata ya de dominar la Tierra, en el sentido de ser dueño y señor de la herencia recibida. El progreso científico toma la Tierra como una propiedad que puede y debe ser explotada en sus recursos naturales. Podemos controlar las fuerzas naturales.
El progreso científico implica un progreso moral. Se sustituye la ley natural, es bueno lo que construye a la persona por la ley positiva, es bueno lo que es útil.
En ese siglo tuvieron lugar los primeros intentos de clasificar al ser humano según sus diferencias físicas, siguiendo el principio linneano de especie. Surge así el concepto de raza, considerada como una subdivisión de la especie humana basada en criterios biológicos.
Con una base protestante el naturalista francés Buffón (Conde Goerge Louis Leclerc), en su Historia natural en treinta y seis tomos, afirma la preeminencia de la cultura europea racionalista, demostrado por el progreso alcanzado por la misma, como manifestación cultural de la superioridad de la raza europea blanca nórdica, frente a los europeos mediterráneos y, por supuesto, frente a las otras razas humanas, y en consecuencia frente a los mestizajes derivados de éstas.
Buffón crea así una importante corriente de pensamiento de raza, que sientan una serie de bases científicas que influirán en el siguiente siglo XIX en la figura de Gobineau.
Con Buffon el concepto de raza adquirió un significado distinto al de nación. Al analizar las diferencias entre los hombres, llegó a la conclusión de que se deben a tres causas principales:
- el clima, que explica las del color de la piel,
- la alimentación
- las costumbres, responsables de características físicas como la nariz achatada, los labios gruesos, etc.
Partiendo de la unidad original de la especie humana, y de las migraciones primitivas por las que esta se expandió y multiplicó en todo el planeta, consideró que los tres factores señalados provocaron los cambios conducentes a las variedades humanas actuales, que no deben ser confundidas con especies humanas diferentes. Otros factores que contribuyeron a la diferenciación humana fueron las epidemias y la mezcla de individuos distintos.
Para Buffon, el medio humano por excelencia está en la zona templada, entre los paralelos de 400 y 500, que ofrece las mejores condiciones de vida y donde se hallan, por lo tanto, los seres humanos más bellos y mejor dotados de la Tierra, producto de un perfecto equilibrio entre el medio y la especie. Las demás variedades humanas se alejan de ese modelo ideal en proporción a la distancia a que viven del clima templado.
Las apreciaciones de Buffon sobre las sociedades salvajes, a las que consideraba un conjunto tumultuoso de hombres bárbaros que no obedecían más que a sus pasiones particulares, para los que el robo, el hurto, el asesinato y la promiscuidad sexual eran pan cotidiano, concuerdan con su visión del salvaje como un hombre más cercano al animal, del que otros se distanciaron como resultado de la civilización. Pero, al mismo tiempo, Buffon recalcaba la necesidad de una investigación científica sobre los orígenes humanos, con el fin de determinar el verdadero carácter de las sociedades primitivas.
Esta ruptura entre el hombre y la naturaleza la expresa de manera admirable el jefe indio Noah Seallth, cuando pregunta al hombre blanco

“¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Esta idea nos es desconocida. Si nosotros no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlos?...
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga y, una vez conquistada, sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra a la tierra sus hijos… Tampoco le importa. Y su apetito devorará la tierra, dejando atrás sólo un desierto…
Soy un salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede importar más que un búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.
¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual: porque lo que suceda a los animales también sucederá al hombre. Todo va enlazado.” Mensaje de Noah Sealth

Read more...

El mito del buen salvaje

Por increíble que pueda parecernos, en un primer momento llegó a dudarse de que los nativos americanos fueran también seres humanos (“gente” en el lenguaje de la época). No fue hasta 1537 cuando el Papa Pablo III decretó, en una bula, que los amerindios eran también descendientes de Adán y Eva.
Pero fue a partir de la Ilustración, con el establecimiento del método científico, cuando se intentó buscar una justificación biológica a este prejuicio racial tan antiguo y a estructurarlo en su forma actual. La concepción cartesiana del mundo natural llevó a considerar que la variación humana podría ser clasificada mediante la razón de modo totalmente objetivo. Curiosamente, la percepción ilustrada de la diversidad humana estuvo impregnada, en un primer momento, de aires de igualitarismo. La idea de Jean Jacques Rousseau expresada en su Discours sur lórigine et les fondements de l´inegalité parmi les hommes, de 1755, de que la humanidad era fundamentalmente buena, acercaba al salvaje al estado primigenio e incorrupto de la bondad humana. Según Rousseau, el hombre era feliz en estado salvaje porque no había sufrido todavía las terribles desigualdades que existían en la sociedad civilizada. El igualitarismo ilustrado influyó en la redacción de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1766, donde puede leerse: “Tomamos como evidencia en sí mismas, las siguientes verdades: que todos los hombres han sido creados iguales, que su Creador les ha otorgado derechos inalienables, entre los que se encuentran la vida, la libertad y la búsquedad de la felicidad”, y en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadadno, redactada durante la Revolución Francesa de 1789, que dice en su primer artículo: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”. Pero la constatación de que el mito del “buen salvaje” influyera en muchas crónicas de viajes del siglo XVIII, no significa que el salvaje fuera considerado como un igual; los ilustrados creían que el salvaje era como un niño, inocente pero irresponsable, y al asumir que el progreso era intrínsecamente bueno, pensaban que el contacto con la civilización habría de resultar forzosamente beneficioso para él. Sin embargo no fue así, y la civilización de los europeos puso a numerososo grupos humanos al borde la extinción en un periodo de tiempo sorprendentemente breve.
La llegada del siglo XIX vio cómo el imperialismo europeo se extendía por amplias zonas del mundo y cómo, en consecuencia, empezaba a desvanecerse la concepción igualitaria de la humanidad y se consolidaba la jerarquización de la especie. No es sorprendente que los mismos habitantes de algunas islas de la Micronesia fueran descritos como de piel “dorada” en el siglo XVIII y de piel “oscura” en el siguiente. Existía la convicción de que la sociedad industrial que se empezaba a construir en Occidente representaría la culminación de un modelo de civilización, por eso el progreso se convirtió en un ideal recurrente de las filosofías del siglo XIX. En consecuencia, los europeos empezaron a considerar a los nativos de otros continentes como seres primitivos, retrasados, estúpidos e incapaces de tener sentimientos nobles y elevados. Se pasó de considerar que la esencia de la humanidad radicaba en los salvajes a considerarla patrimonio exclusivo de los europeos. El concepto de raza se convirtió en la idea central de la visión europea del mundo y dominó la antropología hasta la segunda mitad del siglo XX. En ese contexto, la teoría de la selección natural enunciada por Charles Darwin en 1859, fue utilizada por algunos científicos victorianos para argumentar que las desigualdades entre razas y sociedades (incluso entre individuos de una misma sociedad) no eran más que la consecuencia lógica de las leyes despiadadas de la naturaleza. La teoría de la evolución proporcionó argumentos para justificar el racismo a una sociedad que, adaptada cada vez más al rigor del método científico, los encontraba más plausibles que los puramente creacionistas. Conceptos como “supervivencia de los más aptos” (introducido por el darwinismo social Herbert Spencer en 1864) y “lucha por la supervivencia” se aplicaron a aspectos sociales de nuestra especie. Los científicos victorianos, incluyendo al propio Darwin, creían con firmeza que las razas “superiores” por naturaleza (la europea, según ellos) dominarían y subsistirían a las “inferiores” en todo el mundo.
Aunque la idea de superioridad racial innata fue formulada en primer ainstancia por científicos victorianos, fue posteriormente recogida por personajes de poca entidad intelectual, ajenos con frecuencia al campo científico. Baste citar el ejemplo de uno de los que más influyó en el pensamiento racista de los nazis con sus ideas sobre la superioridad de la raza aria, el conde de Gobineau, un diplomático fracasado que escribía, como un aficionado cualquiera, sobre temas tan dispares como arqueología u orientalismo.
(Razas, racismo y diversidad. Charles Lalueza, Editorial Algar)

Read more...

  ©Template by Dicas Blogger.